Lucinda es una invención nombre literario, acuñado por Miguel de Cervantes en su obra maestra de principios del siglo 17 español “Don Quijote” (considerada una de las más grandes obras de la literatura occidental y la primera novela que se ha escrito). Se cree Cervantes creó el elaborado a partir Lucinda Lucía, un antiguo nombre femenino romano derivado del “lux” en latín que significa “luz”. El famoso dramaturgo Molière utiliza la versión francesa, Lucinde, para un personaje en su obra cómica 1666 “Le Médecin malgré lui” (el médico, a pesar de sí mismo). Así Lucinda es un nombre con algún cachet literaria seria. Véanse las referencias literarias a continuación para obtener más información sobre estos dos personajes encantadores. Lucía viene de Lucius, que fue uno de los nombres masculinos más utilizados a lo largo de la historia romana. Teniendo en cuenta la etimología Lucius / de Lucía (luz), estos nombres fueron otorgados a menudo los bebés que nacen en la madrugada (lo que explicaría el uso pesado). Como nombre femenino, Lucía se hizo aún más común en toda Europa durante la Edad Media gracias a Santa Lucía de Siracusa, uno de los primeros santo del siglo cuarto cuyo culto y la leyenda creció en la época medieval. A propósito, Lucía es la patrona de las personas ciegas, ya que se dice que es el “camino de la luz”. Nacido a finales del siglo 3 en Siracusa, Sicilia, Lucía se entregó al cristianismo y se negó a su esposo pagano. Rechazado y furioso, su marido-a-ser le dio la vuelta a las autoridades romanas (en ese momento, la práctica del cristianismo estaba en contra de la ley romana). Cuando los guardias llegaron a perseguir a ella, no fueron capaces de mover su cuerpo-extraordinariamente pesada parecer haber sido llenado con el Espíritu Santo (o eso dice la leyenda). Ni eran capaces de quemarla. Por último, los guardias frustrados gorged sus ojos con un tenedor. Moraleja de la historia: se puede tomar Lucía fuera de la luz, pero no se puede llevar la luz de Lucía. Lucinda no es más que una elaboración de Lucía, cortesía de Miguel de Cervantes en 1605.
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